La Librería La Tertulia del Viejo San Juan se complace en invitarles a la presentación del libro:
POEMAS CALLEJEROS / STREETWISE POEMS
por:
Johanny Vázquez Paz
Presentación: Mairym Cruz-Bernall
Comentarios sobre el libro: Maribel Sánchez-Pagán
Sábado, 21 de junio de 2008
HORA: 6:00 P.M.
Librería La Tertulia 305 Calle Recinto Sur Viejo San Juan, Perto Rico (frente al estacionamiento de Doña Fela)
"Este poemario nos habla de la calle, de una ciudad que puebla a esta poeta y de una isla trasladada a los callejones del exilio envuelta siempre en la añoranza del retorno."
que triste que en la distancia olvides que las noches de ronda no son buenas
acompañada por Tito, Sylvia y Capó se me olvida que no me quieres a pesar de lo que dices
y Gilberto me recuerda que este imposible amor me está matando mientras abrazo el recuerdo de nuestros corazones que una vez se amaron con extraña devoción
pero, qué sabes tú de estas mis noches de bolero en que vuelvo a soñar aquel ayer
en que te extraño como se extraña la noche y la lluvia a lo Manzanero
y en que entiendo que si Daniel no logró ver a Linda fue porque se fue a decirle hola a los muchachos
y otra vez me quedo bailando bolero sola mientras el reloj no detiene su camino y la soledad me enseña que todo es falsedad como un bolero.
Hoy se celebran las primarias presidenciales en Puerto Rico, y aunque Hillary es la favorita de la mayoría de los puertorriqueños, como residente de Illinois, mi candidato es nuestro "homeboy" de Chicago el Senador Obama. Hillary también tiene conexiones con Illinois y nació en un suburbio de Chicago (Park Ridge). Pienso que ella también sería una buena candidata, pero cuando escucho a Obama hablar la esperanza perdida empieza a crecer en mí, y creo que es posible ese cambio que necesitamos para un Puerto Rico, un Estados Unidos y un mundo mejor.
Quiero despedir el mes de mayo celebrando el aniversario de mi graduación de escuela secundaria y de mi "senior prom". No voy a decir el año, pero son los suficientes como para haber perdido la inocencia, el peso ideal, la espesura del cabello, la energía para bailar toda la noche, rompiendo amaneceres sin darse por vencido. También son los suficientes como para haber ganado arrugas, canas poblando el cabello, lentes para ver de cerca, de lejos, de los dos, y una variedad de pastillas para cada dolencia, enfermedades populares en la familia, para despertar o para dormir, combinadas con una multiplicidad de vitaminas, esperanza de salud empaquetada. No puedo despedirme de esos tiempos de adolescencia, los considero los mejores de mi vida. Yo me gocé la "high-school" sin pena, ganando la gloria. Estaba metida en todo, cada fin de semana o bailaba en una marquesina o iba a una fiesta en la escuela, o a una jarana en la Casa España, o a "Discotecasino" (en el desaparecido Casino del Condado), o los panas nos íbamos de discoteca bailando hasta la última canción (usualmente una balada, para dormirnos, o el "hit" de Donna Summer, "Last Dance"), para luego irnos a desayunar al Green House o comernos una hamburguesa en "El Hamburger".
También teníamos el mejor lugar del mundo: el Viejo San Juan, en sus mejores tiempos, cuando se podía ir de barra en barra con una cerveza en la mano, paseando un cigarrillo en la otra, chequeando en qué lugar te encontrabas a alguien conocido, buscando en cuál estaba mejor el ambiente. Habían tantos lugares maravillosos en la ciudad amurallada: El Patio de Sam, María’s, Los Hijos de Borinquen, Amadeus, Escenario, Lazer, Aquí Se Puede y mi favorito, The Warehouse. La lista es larga, algunos siguen, otros cambiaron de nombre y dueño, pero el Viejo San Juan sigue siendo un lugar por donde caminas sintiendo la presencia de la historia debajo del carraspeo de tus zapatos. Además, te ofrece esa maravillosa variedad de poder ir de un restaurante ultra moderno y caro, muy europeo, con barra futurista y muebles blancos o anaranjados; a un chinchorro o barra de mala muerte, donde la cerveza es barata y a nadie le importa tu aparencia.
Siempre me emociono cuando entro al vestíbulo del Hotel San Juan con su imponente barra de madera tallada, su techo de bóveda y, sobre todo, la impresionante lámpara de araña o "chandelier", como un mar de estrellas diamantinas bailando sobre tu cabeza. Todo el "lobby" es una celebración al lujo y al buen gusto, pisos de mármol, sillones amplios y cómodos, un mostrador de madera que recibe a los que tienen la suerte de quedarse en ese hotel de ensueño. En medio de tanta ostentosidad todavía me pregunto: ¿cómo fue que mi clase graduanda logró celebrar el baile de graduación allí? No tan sólo tuvimos un baile en un sitio de maravilla, sino que también tuvimos dos tremendas agrupaciones musicales para amenizar la fiesta: la Orquesta de Tommy Olivencia y la de Roberto Rohena y su Apollo Sound. Cuando le cuento a los boricuas de Chicago (en su mayoría amantes de la salsa dura) quiénes tocaron en mi "senior prom" se quedan con la boca abierta. Yo desfilé con mi primo Esteban y, mientras los estudiantes iban desfilando (la mayoría con sus padres), alguien (no recuerdo quién) leía unas semblanzas sobre ellos que yo escribí, demostrando desde entonces mi pasión por juntar palabras e inventar ficciones.
Como la Orquesta de Roberto Rohena también cumple un aniversario, aquí les va la canción que considero el tema de nuestra clase porque la cantamos desde el barco crucero que tomamos como viaje de graduación mientras nos despedíamos de la isla y zarpábamos ansiosos rumbo al ancho mar: