Salgo de prisa del trabajo con tu carta ardiendo en mi cartera. El último asiento del tren me espera, y desmayo mi cuerpo en su falda. He esperado por horas en el precipicio del anhelo, para sentarme aquí, en esta soledad rodeada de gente que no existe, porque soy sólo un cuerpo ocupando un asiento para ellos; y ellos no existen para mí, porque sólo el papel que guardo entre mis manos es real.
Escucho tu voz cerca de mi oído incitándome a pecar, a dejar que las palabras suden sobre mi piel, que laman este sagrado corazón mío que late columpiándose en el tren, como una ola arrastrada por la brisa; y te ofrezco el vino tinto de mi boca, me desabotono la camisa para que tus ojos me alcancen, y te invito a cortar con tus palabras las flores de mi huerto imaginado, y el vaivén del tren me hunde en el remolino de tus ganas sin poder resistirlo.
Estoy montada en este cuerpo de tren que siento tuyo. Cada parada una envestida que aumenta el palpitar del deseo; cada salida retomando el latido acelerado de la pasión que espera. Me agarro al papel con mis garras, tambaleándome sin caer en el abismo, cierro los ojos para sentir la lengua perniciosa de tus palabras en mí. El tren sigue de prisa acelerando, mis caderas cabalgando en su silla, hasta que llego a mi destino, abro los ojos, encuentro el papel arrugado entre mis manos, la gente sale en estampida, y yo sigo allí sola sintiendo todavía el tren bamboleándose bajo mi falda.
por JVP