En junio siempre extraño el mar como se extraña a un amante: necesitada de su olor, su cercanía, su sudor en la piel. El piso se me hace arena y mis pies se hunden en la blancura de su espalda. El sol vuelve a ser dios y quiero quemarme desnuda en sus brazos. Es que junio siempre me regresa a otros junios de islas, adoquines y plazas. Y las olas libidinosas me susurran que el mar también me extraña empapada en su sexo.
por JVP
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