Me he comprado una bicicleta. No es nueva, ya tiene experiencia, la encontré en las páginas de Craig List. Para qué comprar una extravagancia si en esta ciudad de inviernos largos son muy pocos los meses que puedo usarla. Cuando me monté por primera vez en mi bicicleta nueva, tuve que asegurarme que es verdad lo que otros dicen: nunca se olvida a cabalgar el pasado. Me fui el lunes feriado, con 90 grados en la ciudad de Chicago, a pasear por el lago en el caminito creado para bicicletas, patines y tenis al trote que hay a lo largo de Lake Shore Drive. Poco a poco fui cogiendo confianza, recordando cuándo se suben o bajan los cambios, cómo funcionan los frenos. Con el lago a mi derecha, feliz de no estar metida en el tráfico a mi izquierda, me voy por el caminito y paso por museos, muelles, puentes, parques y fuentes donde la gente se para a recibir agradecida el agua que salpica por el viento. Voy despacio, todos me pasan, y me siento niña con mi bici nueva. Pedaleo rápido para alcanzar a otros. Siento el sol quemar mis hombros y el sudor bajar en tobogán por la espalda. Llego a Navy Pier, descanso y como algo. De regreso las rodillas tiemblan, la nalga duele, el viento sopla en dirección contraria y es más difícil empujar los pedales. Todavía me duelen las piernas, pero mañana de seguro me voy de nuevo al lago a pasear en mi bicicleta.
por JVP
No comments:
Post a Comment