Friday, July 6, 2012
102° grados...y un sueño
En el invierno, cuando el frío agrieta la piel y los dedos se ponen tiesos, aunque se escondan en guantes de lana, rezo y rezo porque llegue el verano. Pasan los meses y la naturaleza me concede el deseo: un buen día el frío empaca sus maletas y se despide de la ciudad. Entonces Dios decide burlarse de mí. En su trono lo visualizo jugando al vamos a darle lo que me piden, pero asegurándose que más nunca le vuelva a pedir algo. Y aquí estoy, con 102° grados (pero en realidad se siente a 110°), encerrada en la casa, con el aire acondicionado, más el abanico y poca ropa, soñando con lo único que apagaría este fuego: el mar.
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