He pasado las
tres noches más intensas de mi vida. Tres noches en las cuales yo me convertí
en la voyeur de mis textos, sentada
en la oscuridad, espiando a seis mujeres que entraban y salían del escenario,
así como se entra y se sale de una casa, para darles vida a mis poemas y
sueños. El gran logro de esta puesta en escena es que no se sintió como si
fuera una lectura de poesía, sino más bien como una obra de teatro bien
delineada, en donde una voz narrativa femenina se clona en seis mujeres
diferentes para intercalar el sentir de una mujer contemporánea que sufre la
pesada carga de los deberes cotidianos y las responsabilidades que la alejan de
su verdadera pasión que es la escritura.
De entrada impresiona la escenografía
diseñada por la fundadora de Aguijón Theater, Rosario Vargas, y realizada por
el pintor chileno, Augusto Yanacópulos. Enfrente, a mano izquierda, había un
sofá, con un estante alto lleno de libros. En la parte trasera, a la izquierda,
una cama con un cómoda al lado. En el centro, al frente, un escritorio con una
computadora, su silla de oficina y otra silla más amplia a mano izquierda, y un
tocador a la derecha, con una silla y un marco ovalado que insinuaba la
presencia de un espejo. Detrás del escritorio había otro estante y otro
gavetero más pequeños que los antes mencionados. A mano derecha, en la parte de
enfrente, un sillón con una mesita de centro y un cuadro junto a, lo que
parecía ser, un agujero en la pared. En la parte trasera una amplia bañera con
un espejo de cuerpo entero. Aparte de los muebles, la utilería usada fue
minuciosa: libros, cartas, papeles, ropa, batas, estolas, bufandas, cuadros,
zapatos de tacón alto, fotografías, espejos, lámparas de mesa, ventanas con su
cortina, baúles, velas y otra variedad de objetos, eran las cosas, las muchas cosas…El
piso parecía una alfombra de hilachas, pero al mirar más detenidamente, era una
réplica gigante del ojo salpicado de gotitas de pintura utilizado en la
publicidad de la obra. Se desprende que todos los detalles de la producción
fueron elegidos haciendo uso de la vida y preferencias de la autora. Sobre todo
la música: Lucecita Benítez, Antonio Cabán “El Topo”, Madonna. Marcela, vestida
con un impermeable, haciendo su entrada triunfal a la tonada de soy una chica difícil.
La producción, dirigida por Marcela Muñoz, es impecable.
Todas las actrices tienen momentos para brillar. Claudia Pérez-Brown es la
paciente enferma perfecta, logrando una actuación brillante con sus muecas, su
tos, su tristeza. También brilla en “Afónica” con intensidad visceral
mientras la letra del poema se extiende y se plisa sobre su cuerpo. Alba Guerra
personifica excelentemente a la profesora frustrada cansada de corregir, corregir y corregir.
Pudimos también disfrutar de la cantante con sus excelentes intervenciones cantando
“Verde luz” de “El Topo”, y “Qué falta tú me haces” de Lucecita. Rosario Vargas
entra como un huracán a escena a recoger todas las cosas desparramadas, y
permanece toda la obra en el escenario paseando por casi todos los rincones de
la “casa”. Muy sensual fue su interpretación de “Soy tuya” colmando de caricias
a un estante lleno de libros. Érica Cruz Hernández nos transporta a los 80’s
bailando y vistiendo como la Madonna de esa época. Uno de los momentos más
eróticos nos los ofrece Érica con “El verso infinito” mientras, recostada en la
cama, acaricia su cuerpo con poemas escritos en papel. Por otro lado, Nydia
Castillo tiene de las actuaciones más atrevidas y excitantes del performance.
Se abre la bata y se mira asustada su cuerpo en ropa interior en el espejo. El
público se torna voyerista ojeando su semidesnudez en el reflejo. En “Laundry
Day” aparece metida en la bañera, todas la partes visibles, desnuda. Nos seduce
mientras se lava los pies, las piernas, las rodillas, el ombligo, la cara...
Pero el striptease nos los regala
Marcela Muñoz. Llega coqueta con el impermeable que acostumbran los exhibicionistas,
bailando una canción movida. Se quita el abrigo, tira el sombrero, se queda con
la lencería sexy de rigor: corsé, bragas negras, medias de rejilla.
Todo el
performance estuvo programado a la perfección, no hubo un momento en que el ritmo
de la acción decayera. Las entradas y salidas de las actrices, la música que se
entremezclaba con los diferentes vignettes,
la sensualidad visual y dramática de las escenas, el paso acelerado de algunas
escenas, la fuerza dramática de otras. Todo esto hizo que nunca hubiera un
minuto aburrido ni cansón, como algunos temen al escuchar la palabra poesía.
Fue una puesta en escena inteligente, interesante, espectacular, perfecta. A
mis queridas divas voyeristas, Claudia, Alba, Nydia, Érica, Marcela y Rosario,
las amo. Ahora a soñar con llevar a este Querido Voyeur a San Juan, Off-Broadway, Cartagena, Buenos
Aires… Johanny Vázquez Paz
Claudia Pérez-Brown Vestida de pena:
Rosario Vargas Put Away:
Alba Guerra Vacaciones en la casa:
Érica Cruz Hernández Limpieza profunda:
Rosario Vargas Fototienda:
Nydia Castillo Condiciones del tiempo:
Marcela Muñoz Un look nuevo:
Érica Cruz Hernández Confesiones a mi diosa:
Marcela Muñoz Rebeldía poética:
Rosario Vargas Soy tuya:
Nydia Castillo Laundry Day:
Claudia Pérez-Brown Cita médica:
Érica Cruz Hernández El verso infinito:
Marcela Muñoz Palabra Pura:
Claudia Pérez-Brown Afónica:
Alba Guerra Cuatro fronteras del purgatorio:
Nydia Castillo Oda al regreso:
Marcela Muñoz Querido Voyeur:
Después de la función: