El periodista había dado esta directriz: quería una fotografía en la que apareciéramos desnudas, o mejor dicho, en la que aparentáramos estar desnudas. Tenía una idea para el título del artículo, quería llamarlo "poesía desnuda", por aquello de que el poeta desnuda su alma en sus poemas. Como si fuéramos modelos o actrices en una audición para el cine, nos sugirió qué tipo de ropa llevar: algún vestido o blusa con la espalda descubierta, para ver si de algún ángulo podían captar la imagen deseada. Con la espalda al aire, llegamos Maribel, Madeline y yo a encontrarnos con la fotógrafa (¡mujer! Gracias a Dios) en el Viejo San Juan. Buscando una calle con poco tráfico, llegamos a las calles de Las Caletas, cerca del Hotel El Convento. En los azules adoquines nos sentamos, acostamos, una de lado, otra parada, riendo, serias, cambiando la pose para el lente, buscando la luz o el mejor ángulo; mientras la gente pasaba mirándonos con curiosidad, y los carros venían a interrumpirnos y a sacarnos del medio cada otra pose. El Callejón de Las Monjas estaba cerca, allí también nos tomaron fotos sentadas, paradas, de lado, alegres, pensativas. Pronto tendríamos que irnos a nuestra cita con el periodista, la fotógrafa nos indica que es hora de sacar la foto desnuda, nos desamarramos nuestros vestidos "halters", nos sentamos en los adoquines de espalda, hombro con hombro, cuello virado, mirando a la cámara; toma la fotografía aprisa porque viene un carro, para luego pararnos con dificultad agarrando la parte de enfrente del traje para no quedarnos también con el pecho al aire. La entrevista se daría en el hermoso apartamento que nos sirvió de hogar por una semana. Allí también nos tomaron más fotografías, posando en nuestro palacio colonial como princesas en su castillo. Al siguiente día, tan pronto nos despertamos, nos fuimos a la farmacia a buscar el periódico con el corazón trotando de la emoción y el pánico de llevarnos una decepción, o peor aún, vernos espantosas desnudas y alborotadas. Abrimos las páginas del diario con prisa y anticipación, buscando dónde estaba entre la política, anuncios, crímenes, más anuncios, espectáculos, anuncios, anuncios, quizás no está...hasta encontrarnos tiradas en los adoquines, los originales, los que están a punto de extinción. Sentadas en la Plaza de Armas, tomándonos un café con leche, las poetas de la página 69, saboreamos nuestros 15 minutos de fama felices de ser parte de las noticias en nuestra patria, aun después del exilio. ¿Y la foto del desnudo? Nunca la llegamos a ver, a la fotógrafa no le satisfizo y, gracias a Dios, ella fue la que escogió, pero nos regaló estas tres imágenes que siempre guardaremos como recordatorios de un verano lleno de poesía.
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